¿Cuántos somos?

¿Cuántos somos?

Bien estaba yo en una comida con amigos, probando varias cervezas del mercado nacional, unas nuevas, otras no tanto, cuando uno de ellos me pregunta: “¿Y cuántas marcas hay en Chile?”. Rápidamente le lancé la cifra que vengo repitiendo por años, cifra heredada, cifra que alguien me dijo una vez y di por cierta. Y como si nada, el dato se mantiene indiferente al paso del tiempo, como si no se crearan o desaparecieran empresas.

Curioso e intrigado ante tanta ausencia de rigor (y ya pasados los efectos de la degustación que dio origen a tal inquietud) fui a Google. Busqué datos, crecimiento, número de marcas, de personalidades jurídicas, patentes, inscripciones ante el SAG, importaciones, exportaciones. Nada muy sólido, nada muy concluyente. Revisando en la Acechi y en la ACI, dos agrupaciones que podríamos decir que representan a las cervecerías grandes y a las chicas, tampoco tuve suerte, ya que uno, conocedor del rubro, sabe que sus directorios de asociados no dan cuenta del total de cervecerías del país.

¿Y entonces qué? Me dirigí a la meca de la información: la Brewers Association de Estados Unidos. ¡Pero cuánta información disponible para todos los análisis! No solo la composición del mercado, su evolución en el tiempo, su distribución por tipo de establecimiento, sino que también datos de impacto, de empleo, de niveles de producción, de formatos de comercialización, salarios, diversidad, entre tantos otros; para regodearse.

Reflexionaba entonces sobre la (poca) disponibilidad de información, por qué no existe y si se tuviera, quién se beneficiaría de ella. El rubro crece, lo sabemos: familias y comunidades se desarrollan en torno a la cerveza; favorece la descentralización; crea oportunidades de trabajo; permite la colaboración y la innovación. Cerveceros podrían saber cómo se mueve la industria en la que participan y tomar mejores decisiones, comparando e identificando tendencias. Pero también agrupaciones podrían defender batallas comunes, como la rebaja al impuesto específico, a la homologación de permisos y patentes o negociar créditos verdes, por ejemplo.

Hay poca información, pero más preocupante, no hay quién se haga cargo de este fenómeno. Por ahora me quedo masticando la misma cifra que sigo repitiendo por años, esperando que en una próxima comida con amigos pueda tener un dato más preciso, que se haga cargo de la industria del 2022.

Por Juan Zhuo


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